lunes, 29 de septiembre de 2014

CAPITULO 2- FLORES



Mi cuerpo se debatió entre los brazos de Garrett mientras rechinaban mis dientes y temblaba ante el rápido estallido de realidad. Garrett me sujeto fuertemente manteniéndome sobre su regazo dejando que mi rostro se ocultara en su pecho se sentía tenso, agitado.
-No quiero que vuelvas hacer eso- le aviso Garrett a Natacha quitándome las palabras de la boca.
-No hay tiempo.-Replico ella con igual tono áspero de voz.
Aún tenía mi rostro en el pecho de Garrett y no me pareció estar lista para sacarlo de ahí, necesitaba volver en todos mis sentidos y no ponerme a llorar, eso no era lo mío y me molestaba más de lo necesario el público expectante por mis reacciones. Pero entonces sentí como si mi sangre hirviera dentro de mí y me separe rápidamente de Garrett acalorada sacando un cuaderno y lápiz de mi mochila algo que estaba acostumbrada hacer involuntariamente.
En ningún momento quise ver lo que estaba dibujado, porque sabía perfectamente lo horrible y real que vería en aquel pedazo de papel. Mi cuerpo comenzó a enfriarse y solté el lápiz alejándome de la escena quedándome a dos metros de distancia sentada en un escalón pequeño cerca de algún salón abandonado. Volví a enterrar mi rostro en mis rodillas y espere pacientemente que los minutos fueran más rápidos de ese modo pondría a trabajar mi cerebro en cualquier cosa que el profesor nos dictara de hacer y así no recordaría nada.
-Orcus.- susurra Natacha maravillada.
-No lo puedo creer- replica Garrett con los dientes apretados.
-Bien, ahora sabemos que tenemos un mapa.
-No te pases.- le aviso Garrett con irritación.
-Sabes que no podemos evitarlo.
-Me da exactamente lo mismo.
Los deje de escuchar ignorando su estúpida discusión y concentrándome en mis pies, la forma en que mis zapatos y las calcetas largas combinaban.
Me fui sola a las clases sentándome sin ningún compañero el cual me estuviera vigilando a la espera de que digiera algo emocionante. Pero no pude dejar de preguntarme como Natacha había logrado hacerme dormir sin que me diera cuenta y…
-Señorita Roset- me llama la atención la profesora Lennox.- ¿Cuál es la respuesta a esta fórmula que acabo de escribir en el pizarrón?- pregunta muy irritada casi al punto de la exasperación.
Mire por unos segundos el gran problema en el que me había metido y aquel ejercicio matemático tenía tantos paréntesis y letras que los pocos números que veía no me daban ninguna ayuda.
-No tengo ni la menor idea- confesé encogiéndome de hombros.
-Obviamente- dice con reproche.- estando en la Luna quien podría sacarla fuera de ella.
Aquel insulto fue tan claro que toda la clase comenzó a reír y pude ver a Nicole Valentino mirándome con desdén y burla.
Mi primer día de clases y todo había resultado mucho más traumante de lo esperado, esta noche me tocaría llorar un buen rato para poder aliviar la presión que sentía en mi cabeza producto de tanto estrés.
Cuando salimos de clases mire por todos lados que no hubiese esa parejita de locos rondando a la espera de algo descabellado que solo salen en mis sueños,  por suerte no se encontraban y tome mi bicicleta y me fui respirando el aire que azotaba mi rostro.
-¡Llegue Abuela!-Avise al tiempo que estacionaba la bicicleta en la entrada.
-No es necesario gritar- me avisa Natacha tapándose un oído con un dedo.
Me congelo.
Se encontraba en el marco de la puerta casualmente recostada contra la pared.
-¿Qué haces aquí?- pregunto asustada.
-Se te olvida que estuve todo el día intentando persuadirte para que viniéramos a tu casa- me recuerda sin avergonzarse.- Ahora tenemos mucho que hacer así que no pongas esa cara.
Sentí como si mis intestinos se retorcieran en mi cuerpo, por los nervios.
-¿Cómo llegaste tan rápido?-pregunte asustada.
Natacha me sonrió con malicia y apunto hacia la entrada de la casa. Cerca de mi había un hermoso auto deportivo de color… rojo brillante.
-Mi hermano tiene unos gustos muy extravagantes- me explica mientras seguía babeando por el auto.- ¿Te quedaras allí todo el día?- pregunta acercándose y  tomándome rápidamente del brazo para llevarme dentro de la casa.- Tu abuela dijo que iría por unas compras y llegaría tarde.
Mal día.
-sabes podríamos ser grandes amigas.- dijo con petulancia.- deberías sentirte honrada.
-Oh, me siento como si ganara la lotería.- dije sin humor.
-Enserio mi hermano tiene razón.- suelta una risita.- no te viene el sarcasmo.
Eso siempre lo dicen.
-Bueno y donde está el.- pregunto mirando por dentro de nuestra pequeña casa.
-¡Aquí!- responde desde…
-Rayos- suelto y corro junto a Natacha quien se negaba a soltarme hasta mi dormitorio.- ¿Qué haces aquí?-le pregunto cruzándome de brazos.
-No puedo creer que duermas aquí- dice sin responderme.
Se encontraba sentado sobre mi desordenada cama mirando la pequeña ventana de la pared.
-eso no es asunto tuyo.- dije irritada.
-Esto parece una cripta.- murmura ignorándome por completo.
Natacha por su parte ya me había soltado y quedando libre me fui directo a la cocina dejándola revisar mis cosas. No me molestaba para nada, si ella quería algo estaba segura que lo haría sin necesidad de preguntarme. Mire las ollas vacías y luego el refrigerador igualmente vacío, esto no era normal en mi abuela, pero tal vez se debía a que papa acababa de morir y aun no se actualizaba mentalmente por lo que diría que estaría una buena temporada alimentándome con estupideces que había traído desde mi casa.
Entre a mi dormitorio mirando a Natacha revisar en mis maletas aun sin ordenar en los cajones, por mi parte ella podría hacer lo que quisiera con ellos, pero tenía hambre y justamente estaba sobre dentro de las maletas que tanto rebuscaba.
-Permiso- digo cuando me arrodillo a su lado.
Bingo.
Encontré una sopa de fideos instantánea y me levante victoriosa rumbo a la cocina.
-¿No me digas que eso es toda tu comida?
Pongo los ojos en blanco y espero que el agua hervida haga su efecto.
-Bien, no te lo diré- respondo sonriendo para mí misma.
-Podría invitarte a comer en un restaurante- soltó para mi sorpresa.
-Tengo hambre ahora y si salgo moriré en el camino.
Garrett soltó un gruñido de frustración, pero no dejo de mirarme desde la puerta de mi habitación.
-aunque ahora comprendo porque eres tan pequeña y delgada.
¿Por qué no me dejaba en paz?
-Deberías ir a un nutricionista estoy seguro de que sufres de anorexia.- continuo.
Me senté en la pequeña mesa redonda de comedor y comencé a comer sin mirarlo, simplemente me dedique a ignorarlo e incluso cuando se cansó de criticarme y salió en escena sentándose justamente en la misma mesa de donde estaba sentada y frente a mi mirándome atentamente.
-no me dejaras comer ¿verdad?- le pregunto dejando de lado mi sopa de fideos para darle toda mi atención a esos bellísimos rasgos no merecidos.
-No – admite con una sonrisa coqueta.
Suspire y volví a retomar mi comida de donde la deje, pero él me la quito de las mano para olisquearla y hacer gestos de desagrado.
-Mayormente su comida es horrible, pero esta creo que las supera a todas.- comenta devolviéndomela.
-Tu comida debe de ser de lujo.-dije sin dejar de comer.
-La mejor por supuesto- responde ignorando mi mal humor.
Tenía un extraño sentido del humor del cual no comprendía con exactitud y estaba segura que jamás alcanzaría a comprenderlo en su totalidad.
-Pareces mayor ¿Cuántos años tienes?-le pregunto con curiosidad con mi boca repleta de fideos.
-diecinueve.- responde automáticamente.
-¿Qué haces en la vida?-pregunte sacando un tema de conversación.
Garrett suspiro no muy contento por mi pregunta, descanso su espalda contra el respaldo, cruzándose de brazos tenía esa clara mirada que decía “¿Es lo mejor que tienes?”.
-nada en particular.- responde - y tu ¿Qué haces de la vida?
¿Yo?
¿Antes de convertirme en un zombi?
-Nada en particular- respondo imitándolo.
Para mi sorpresa me regala una hermosa sonrisa.
¿Sus labios siempre tuvieron esa carnosidad? Espera, yo nunca me he preocupado por la boca de ningún chico… tampoco ahora lo hare.
-¿Por qué viniste a este pueblo?
-Me obligaron- ratifique.
-¿Por qué?
-Mi padre murió- dije con tristeza.
Sin embargo, no me había percatado de que aquella realidad me había afectado hasta que su sonrisa se marchito. Se suponía que no tenía tiempo para estar de luto o adolorida, pero este chico trajo consigo… el dolor.
-Lo siento.- se disculpa con sinceridad.- Y entonces… ¿Dónde está tu madre?-pregunta volviendo a las preguntas.
-se marchó de casa un mes antes de la muerte de mi padre.- ahora mi voz era furiosa, pero no tenía miedo en ocultar mi odio hacia ella.
Bien, mi odio hacia mi propia madre hacia que volviera a mitigar mis pensamientos dolorosos.
-No te gusta.
-La odio- le corrijo.
Aproveche su silencio y comencé a comer muy rápido hasta dejar el envase vacío. Aun así, seguía hambrienta.
Él se queda pensando por un largo rato, hasta que mis palabras hicieron algún efecto en él.
-¿No te sientes sola?
Mis ojos instantáneamente miraron los suyos y fue exactamente como los de Natacha… me sentí dentro de un caleidoscopio.
-No lo sé- admití mirando mis manos para evitar dormirme.
Natacha, irrumpió nuestra extraña conversación con un montón de hojas sobre las manos y las dejo sobre la mesa remeciéndola a causa de su peso, me quede impactada al descubrir que mucho antes había visto esa horripilante criatura y ahora estaba dibujada en mucho de mis dibujo en su mayoría encadenado.
-¿Por qué tienen tanto interés en esas flores?-les pregunte.
Natacha miro a Garrett y luego él se encogió de hombros y me miro.
-hay una historia.
-¿Una historia?-pregunte emocionada.
Me encantaban las historias.
-Se dice que en el infierno existe un campo oculto en medio de las bestias y seres que jamás te imaginarias, existe un campo de flores más conocidas como Redien. Las criaturas y demonios están en una guerra constante por aquella flor, hasta el punto de abandonar todo lo que amar solo para tener el placer de mirarla.
-¿Por qué es tan importante?-le pregunte interrumpiendo.
-Redien, no es una simple flor.- señala con una sonrisa.- Lo es todo.
-No comprendo.
-Estas flores o más bien Redien, que es única entre las demás- dice gesticulando con sus manos.- es capaz de otorgarte el poder absoluto.
-Y sigo sin comprender.- me frustró.- ¿Para que querrían tener más poder?.
-El poder trae libertad y responsabilidad-me explica con lentitud para que comprenda.- pero hay quienes la desean para hacer su voluntad contra los demás.
-Y tu ¿para que la quieres?- pregunto de inmediato.
-Para hacer mi voluntad.- responde sin inmutarse.
-eso es codicioso.- digo haciendo una mueca de desagrado.
Garrett arquea las cejas y se ríe a carcajadas.
-es solo una historia.
-Bien, de todos modos no la encontraras.
-¿Por qué no?-pregunta Natacha con preocupación.
- Al parecer tiene un guardián.- señalo al tipo grandulón del dibujo.
-estoy de acuerdo.- dice Garrett asintiendo de forma solemne.- tenemos que deshacernos de él.
-Pero tengo una duda.- dice Natacha.- se supone que es impenetrable y nadie en el mundo ha logrado llegar hasta ella, se suponía que era una historia pero nos dejamos llevar por los rumores que estaría en la tierra y ahora sabemos que efectivamente seguía en el infierno.
-las vueltas de la vida.- dice Garrett con humor.
-No he terminado- lo reprende Natacha frunciendo el ceño.- No te das cuenta que nadie ha visto o acercado a estas flores y ahora nos encontramos con una niña que por cierto es muy humana para haber tocado el suelo maldito de donde vinimos y asegura e incluso nos da prueba de lo cerca que ha estado de estas flores.
Toda mi cabeza daba vueltas a causa de Natacha, su palabrería era mucho peor que un libro de historia y mi jaqueca comenzaba a molestarme.
Garrett suspira y coloca los codos en medio de la mesa para quedar con sus brazos extendidos, de modo que sus manos tocaran la zona afectada de mi cabeza, comenzó a dar pequeños movimientos circulados de mi cabeza relajándome por completo. Mis ojos se cerraron lentamente y me deje ser feliz por unos eternos segundos.
-Podemos hablar de esto en casa- susurra Garrett con su usual irritación, muy sexy.
-Está bien, Romeo.-Le aseguro Natacha.
No escuche más los alaridos de Natacha, pero sabía que se encontraba cerca examinando mis dibujos uno por uno. Podía escuchar las hojas moverse.
-¿ya no te duele?-pregunta Garrett.
-No-respondo suspirando al retírame de sus manos.- Solo necesito dormir.
Natacha y Garrett, se fueron llevándose todos mis dibujos abarrotados codiciosamente en sus brazos. Si la idea no fuera tan absurda creería que cualquier señal de afecto hacia mí solo era una táctica para quitarme mis papeles.
Mi abuela llego muy tarde y casi no me hablo por lo que me dispuse a encerrarme en mi dormitorio y dormir aunque sea por unos minutos. El sueño amortiguo mis pensamientos y los extraños deseos que sentía por el afecto casual  de Garrett…

Tenemos que esconderte.
No tenemos tiempo… ahora no podemos.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que escuche voces en mi cabeza, que esta noche mientras acomodaba mi rostro sobre la almohada termine cayéndome espantada contra el suelo, pero entonces cuando intente levantarme me quede atónita mirando unos ojos negros desde mi ventana escudriñándome por completo.
-¿Quién eres?-logro preguntar con voz temblorosa.
El hombre no se retira de la ventana y su cabello negro se movía con el viento ocultando la mayor parte de su rostro.
Sentí como si mi cuerpo se adormeciera, entonces todos mis miedos se retiran dejándome con mi cuerpo endeble y sin energía.
La mañana siguiente desperté cómoda en mi cama. Lo de esta noche el pervertido en mi ventana, solo habían sido mis locos pensamientos y las absurdas historias de Garrett y Natacha.
-¿Abuela?-La llame cuando la vi paseándose por la casa con una escoba en sus manos a sujetándola fuertemente hasta que sus nudillos palidecieron, pero no me contesto.-¿Se encuentra bien?- pregunte preocupada al no moverse.
No contesto, sino que camino hasta el jardín trasero donde se quedó un buen tiempo parada como estatua. Me sentí impotente, fracasada al no saber qué hacer en estos casos.
-Mi padre no querría verla así.- susurre.
Entonces mi abuela levanta el rostro en reacción ante mis palabras y me lanza una mirada de odio, un odio que correspondería algún responsable.
Yo lo era.
No podía no culparla. Falle como hija.
Llegue a clase desanimada y sin energías. Me encontré con Natacha intentando sacarme información de cada imagen que escaneo en su IPad. Pero no tenía ánimos de responder así que solo respondí en monosílabos, luego nos encontramos con Garrett quien para mi sorpresa se encontraba coqueteando con otra chica, creo que si no fuera por mi estado de animo me hubiese puesto un poco furiosa, después de todo ayer había demostrado un cierto interés en mí, pero como siempre estaba equivocada.
A nadie le gustaba.

Nadie quería estar conmigo.

CAPITULO 1- UNA ÉPOCA PARA FLORECER.



Aria y Lucia se quedaron a mi lado, ambas tomándome de las manos a un costado de mi cuerpo mientras observábamos a mi madre irse. No pude evitar sentirme triste y a pesar de ello era como si las glicinas en flor comenzaran a entender mi estado de animo al caer por el arco de la entrada de mi casa en forma de racimos purpuras.
-No me detengas- Me ordeno con acritud justo antes de abandonar la entrada de la casa.
Acababa de llegar de clases junto a mis amigas, estábamos apuntándonos para ir al cine o comprar comida chatarra y ver una película indecente en el computador, pero cuando mama salió echando chispa con una maleta en mano y su vestido favorito de lunares blanco supe que algo malo estaba ocurriendo.
A mis dieciséis años me quede sin madre y con un padre alcohólico del cual debía cuidar.
Las semanas siguientes mi propio padre no me hablaba y cuando me miraba sabía que veía mi madre, por la forma en que sus ojos cafés adquirían un resentimiento y luego comenzaba a agredirme con palabrotas y acusaciones de las que no quería enterarme.
Mi madre se había ido con otro hombre.
Pero un mes pasa demasiado rapido y en tan poco tiempo no tuve la oportunidad para llorar o sentirme desesperada. Porque mis mañanas las dedicaba en los estudios y como una forma de huir de la realidad muy pronto ya ni siquiera veía a mis amigas, las tardes eran principalmente para limpiar y hacerme cargo de la alimentación de mi padre, aunque muchas veces se escapaba y terminaba sola buscando en cada sitio en la oscuridad de la cuidad, hasta que lo hallaba en  un callejón llorando y apestando a alcohol.
Una noche mientras lo cargaba para traerlo a casa me dijo.
-Lo siento.
Aquel día no comprendí a lo que se refería, pero parte de mí… una pequeña y minúscula parte sabía perfectamente a lo que se refería y aquella parte se alegraba.
Esa semana, mi padre dejo este mundo cuando lo encontré ahorcado en su dormitorio con las fotos de mi madre esparcidas sobre la cama.
Es cierto, uno nunca se espera que hallan tantas desgracias en menos de un año. Yo nunca me espere ver a mi madre irse sin mirarme, tampoco espere que mi padre quien era muy orgulloso se volviera un hombre muy débil de corazón y mente.
Mi abuela, la madre de mi padre vino el mismo día del suicidio prometiéndome hacerse cargo de mí tomando mis cosas sin preguntarme, pero en ese momento no me encontraba cuerda, por lo que no descubrí como había llegado a su auto.  Nos fuimos al siguiente día a un pueblito a cuatro o seis no estaba muy segura de cuantas horas de viaje fueron, pero tampoco me molestaba el silencio o la hermosa vista que me mostraban los campos de viñedos y cultivos, aquellos cerros y montañas muy cerca de la carretera me hacían anhelar aquella altura donde podría estar más cerca del cielo, pero mi abuela era Cristiana entonces me dejo de inmediato en claro donde se encontraba mi padre y eso no le dio alivio a mi corazón.
La casa de mi abuela no era muy grande pero si tenía un jardín demasiado amplio para cultivar todo tipo de planta. No pude evitar sacar una pequeña raíz de las glicinas que mi madre había plantado en casa hace ya mucho tiempo de modo que pudiera cultivarla en algún macetero, amaba las flores de cada primavera en su punto máximo, así como amaba las hortensias, las glicinas era una de mis flores preferidas. Mi abuela tenía un jardín con muchas hortensias y otras flores que no prestaba mucha mi atención de modo que al salir del auto corrí hasta ellas para olfatearlas.
Mi nuevo dormitorio era un poco desabrido comparado con la decoración perfecta de una princesa que mi madre me había diseñado. Paredes grises y una pequeña ventana de madera que poco alumbrara mi nueva cama o mejor dicho un catre casi al punto del deterioro. Pero a pesar de que el colchón estuviera en mal estado con aquellos resortes a punto de salirse de orbita o las cortinas improvisadas de algún mantel, no estaba tan mal agradecida después de todo mi abuela pudo haberse deshecho de mi enviándome con alguna asistente social.  Por lo menos tenía un pequeño mueble viejo donde poner mis ropas.
-Mañana entraras a clase.- me avisa entregándome una bolsa negra.
-¿Qué es esto?-pregunto en cuanto la tomo.
-Tu uniforme.
Ah. Bien nunca había usado algún uniforme, simplemente porque se veía algo muy militarizado.
- gracias.- dije con una pequeña sonrisa.
Aquella noche hizo mucho frio y las pocas mantas no cubrían por completo mi cuerpo, la luminosidad de la luna era débil comparada con la luz del foco que colgaba desde el techo con los cables sueltos.
Llore y temblé, pero el cansancio me gano y no logre desahogar mis miedos y tristezas. Parecía que nunca tenía tiempo para pensar en nada. Pero era lo mejor. Eso creo.
A la mañana siguiente me bañe en el pequeño baño de mi abuela, donde la ducha casi no dejaba espacio para el retrete y el lava manos, pero aquello era totalmente segundario cuando el agua fría toco mi piel logrando que diera un grito asustada.
Me paralice al descubrir que la faldita negra y la blusa blanca, más la chaqueta del mismo color que la falda haciendo un extraordinario juego de colores dejando cierto encanto sobre mi cuerpo añadiendo sobriedad y desencanto.
Me mire al espejo al notar que debajo de mis ojos se encontraba unas oscuras sombras y mi piel se volvió muy pálida, por lo que decidí mejor mantener mi cabello cobrizo suelto y dejar que algunas ondas cayeran por mi rostro.
Mi abuela aún no se levantaba asique me fui sola con la dirección que había dejado en un papel sobre la mesa del comedor. Pero hasta ese momento se me había pasado por completo de la cabeza el hecho de que no había ninguna locomoción en estos lugares por lo que la mayoría de las personas tienen sus propios autos. En mi caso solo tuve que rendirme y sacar de la bodega la antigua bicicleta de mi padre, aunque si no tenía cuidado de seguro mi ropa interior quedara expuesta.
Las calles eran de tierra y no se veía muchas casa a mi alrededor, cerca de donde vive mi abuela solo habitan diez familias, pero cuando llegas a la curva donde terminan las casas te encuentras con un camino largo y ancho rodeado de rocas, arboles, cerros y animales como vacas y caballos, por lo que me demore quince minutos exactamente hasta ver a lo lejos un enorme edificio de piedra muy antiguo las enredaderas y el césped mismo se unía a la edificación como si fueran parte de la fachada.
Aparque mi bicicleta junto a las demás donde una chica de cabello negro trenzado se quedó extrañamente mirándome de reojo, aquel instante fue demasiado largo como para poder evitar sentirme avergonzada de ser observada.
-Hola.- saluda con voz neutral, mientras se incorpora dejando atrás su bicicleta para hacerme frente.- Eres la nueva ¿verdad?
¿Cómo lo supo?
-Tu abuela se encargó que todos supiéramos sobre ti- responde a mi pregunta mental.
-¿Encargo?-pregunto no muy segura.
-En resumen, todos sabemos que eres huérfana- su mirada adquiere una extraña vacilación y entonces prosigue.- Lo siento.
-No, está bien- le asegure intentando sonreír un poco.- de ese modo no tengo que fingir o explicar nada.
-Bien- sonríe sin sentirlo.-Soy Natacha Lennox.
- Gail Roset.
-Ya lo sé- dijo con una sonrisa burlesca- recuerda que tu abuela vino y nos dio todos los detalles.
Sus ojos eran de un color cielo, tal vez podría decirse que se veían similares al cielo nublado de esta mañana, con un peculiar brillo.
-Bien, tengo que entrar a clases- me avisa mientras se acomodaba su mochila.- espero verte pronto- dice antes de guiñarme un ojo y marcharse.
A pesar de su figura extraordinaria y ojos impactantes, había conseguido hacer alguna amiga.
Mientras cambia acercándome más y más a la puerta principal me percaté de que todos me miraban, cada chico y chica de esta escuela se detuvo para darme una mirada descarada como si fuera parte de algún experimento de su clase.
Un guardia se percató que me encontraba desorientada y entonces me lleva hasta una pequeña oficina en el interior.
-Señorita Roset.- Me saluda una mujer de gran volumen y cabello rizado.- La estábamos esperando.- dice con mucha emoción y una gran sonrisa la cual lograba que sus mejillas se vieran más rojas de lo que se veían.- Mi nombre es Katherine Maciel y soy la consejera de esta grandiosa escuela que es San Margaret- anuncio casi aplaudiendo.- Este es su horario y por lo visto le a tocado la clase con Virginia- dice repentinamente cambio su expresión a preocupación- vamos yo te llevare y no habrá problemas.
Tomo el papel de sus manos y la sigo.
Llegamos hasta el segundo piso, luego de dar unas cuantas vueltas y descubrir que cada salón es como los demás, la señora Katherine Maciel no dejaba de hablarme las diferentes actividades recreativas que su maravillosa escuela impartía y de la que se sentía muy orgullosa, también se conmovió ante mi melodramática historia la cual mi abuela, nuevamente se había encargado de informarle.  Le dio dos golpecitos a la puerta de madera y entonces una mujer de cabello corto castaño con una mirada de pocos amigos me miro desde la cabeza a los pies en una humillante mirada que demostraba superioridad.
Era mucho más hermosa de lo que nadie podría ser, aunque estaba segurísima que Natacha podría ganarle fácilmente, esta mujer tenía los mismos colores de ojos pero en ellos había una mirada oscura que me hizo temblar. Me provoco una desconfianza que muy pocos lograban infundirme.
-Profesora Virginia- saluda Katherine con demasiada emoción de felicidad.- Ella es nuestra Roset.
La profesora hizo una mueca de molestia, pero entonces abrió la puerta dándome una señal, con el mentón para que entrara.
La profesora quien no superaba los treinta años y su faldita diminuta, se quedó hablando con Katherine la consejera mientras me dejaba frente a una clase de chicos y chicas las cuales no continuaron con sus tareas normales sino que repentinamente todos me miraban muy atentos. Entre ellos se encontraba una chica que reconocería en cualquier lugar.
Natacha se sentaba al fondo del salón junto a la pared sola y sin prestarme atención, tampoco se veía como si estuviera animada a continuar con sus tareas. Se le veía aburrida y su flequillo sobre la frente oscurecía su mirada.
-Roset- Me llama la voz autoritaria de Virginia.- Toma asiento junto a Lennox.
No lo pienso mucho, pero camino hacia ella la cual sonríe con diversión y entonces señala hacia otro puesto con pereza.
-Garrett Lennox- aclara la profesora desde mi espalda.
Sentado en la mesa de al lado se encontraba un chico aparentemente de la misma sección que nosotras, solo que se veía un poco mayor para estar en el mismo año y a pesar que sus ojos tenían el mismo tono que Natacha por lo demás no podría decir que eran hermanos… comenzando con su cabello de color chocolate… también su piel era mucho más blanca que la de Natacha y podría decir que ningún rasgo en él era similar a ella porque su mentón era simétrico y su nariz perfecta. Natacha tenía una nariz pequeña y ojos casi rasgados, sus labios eran carnosos y pequeños y los de Garrett finos y grandes.
No lo pensé mucho y corrí la silla evitando que sonara para luego sentarme. En mi interior me sentía aliviada de poder estar casi junta a Natacha a pesar de que estuviera sola en un puesto a mi lado y una simple silla nos separara era como si estuviéramos juntas de no ser por Garrett, quien aparentemente se quedó mirándome. Apresuradamente saco mi cuaderno y lápiz mientras que La profesora Virginia comenzaba a hablar sobre miles de cosas que no entendía pero aun así apunte todo lo que pude.
-Tu eres Gail ¿verdad?-pregunta una vocesilla.
Por instinto miro a Garrett que no dejaba de mirarme directamente, pero a pesar de que su mirada era aburrida y cansada miro hacia enfrente de nosotros señalando que la voz no era de él. Frente a nosotros se encontraba una chica de ojos extremadamente grandes y redondos y cabello rubio hasta sus hombros, me miraba de reojo con una sonrisa amigable y unas increíbles y largas pestañas postizas que le hacían destacar sus ojos como si fueran lo mejor del mundo.
-Soy Nicole Valentino- se presentó tímidamente entre susurros.- Me gusta tu cabello.- añade.
Instintivamente tome entre mis dedos un largo mechón de mi cabello mirando su extraño tono anaranjado y luego mire el de ella tan lindo y rubio brillante.
-Gracias.- dije un poco preocupada de lo que ella se refería a lindo.- A mí me gustan tus pestañas postizas.
Y allí esta, justo cuando pensé que había hecho una nueva amiga la insulto sin poder refrenarme y entonces Nicole cambia por completo su semblante a un odio infernal.
 Una risita me saca de mis pensamiento y entonces Garrett ya no me presta atención descarada simplemente se concentra en sus propios apuntes mientras se ríe con voz baja.
Me encogí de hombros y Nicole ya no me volvió a hablar.
La clase era inentendible y lo poco que comprendía se me iba de inmediato por lo que mejor me dispuse a dibujar en mi cuaderno, algo que me encantaba y daba por hecho que no lo dejaría de hacer mientras viva. Mis dibujos mayormente no eran muy felices y como un sueño brumoso siempre dibujaba cosas que solo pasaban en mis pesadillas.
Sangre… personas llorando…lugares oscuros que jamás en mi vida había visto. Y un campo de flores rojas que irradiaban su propia luz entre la oscuridad.
Comencé a dibujar esto cuando cumplí los seis años hacia delante. Mis padres se preocuparon mucho y me enviaron a ver un psicólogo quien me receto unos medicamentos que me dejaban un poco atontada. Como un secreto decidí esconderlo cuando obtuve mis ocho años, al ver a mis padres discutir por mis dibujos supe que jamás podría continuar dibujando, comencé a odiarlos y dejando de dibujar me sentí enferma por lo que más se preocuparon. Volví a dibujar al tiempo después en secreto guardando mis dibujos en el closet de modo que no pudieran lastimar a nadie y así he vivido toda mi vida ocultando mis sueños y visiones extrañas.
Termine dibujando una de las flores rojas con espinas en sus tallos, no me sorprendió para nada la forma retorcida de esta flor.
El timbre por fin sonó anunciando nuestra retirada,  me levante de mi puesto echando mis cosas dentro de la mochila sin mucho ánimo, pero justo cuando estaba por agarrar mi dibujo se cae de la mesa, suelto un suspiro y me dispongo a recogerlo pero unos largos dedos pálidos lo recogen por mí.
-Gracias- digo mientras me enderezo.
Garrett miro mi dibujo por un largo rato y conforme pasaba los segundos su ceño se frunció más y más.
-¿Has visto estas flores?- pregunta sin dejar de mirar el dibujo.
-No- admito.
-Entonces ¿Cómo puedes dibujarla?
¿Por qué tanta curiosidad?
-solo dibujo lo que veo en mis sueños.- confieso pero me arrepiento de inmediato.
Natacha bordeo nuestro puesto y camino con ligeros pasos hasta quedar al lado de Garrett para mirar el dibujo y a pesar de que ella siempre mantuvo un rostro relajado y sin emociones en cuanto vio la imagen se sorprendió.
-Redien- susurro.
-así parece- confirmo Garrett.
-¿Me pueden devolver el dibujo?-pregunto con mi mano hacia el dibujo.
-No- dijo Garrett luego de doblar el dibujo y meterlo en su bolsillo del pantalón.
-Bueno, no importa.- me encogí de hombros.- después de todo tengo muchas más.
Me doy la vuelta con mi mochila en mi hombro y salgo del salón de clases directamente hacia la cafetería, se me enojaba algo de capuchino con vainilla.
-¡Espera!-grito una voz a lo lejos.
Me di vuelta lentamente a pesar de reconocer aquella voz fingí sorpresa.
-¿Qué sucede?-pregunto con voz inocente.
-dices que tienes más de estos dibujos.- No fue una pregunta pero asentí de todos modos.- ¿Me los podrías mostrar?
-está en casa.- fue todo lo que dije antes de salir pintando de ese lugar.
La cafetería era un poco pequeña para mi gusto pero por lo menos casi nadie usaba las mesas porque se iban con sus cafés a otro lugar con sus compañeros. Como yo no tenía amigos me compre mi capuchino con vainilla y me senté en una solitaria mesa y saque de mi mochila un sándwich de jamón. Mi abuela no me había dado nada de dinero y por suerte yo había juntado lo suficiente antes de que todo pasara en mi vida. Pero cuando estaba a punto de morder mi sándwich dos personas se sientan en la misma mesa que yo y no estaba muy feliz de ser vista comiendo.
-¿No tienen hambre?-pregunto.
-Quiero ver esos dibujos- Ordena ignorando mi pregunta.
Puse los ojos en blanco y comencé a comer y beber de mi café como si ellos dos no estuvieran frente a mí con sus ojos pegados en mi rostro a la espera de algún movimiento.
Esto es incómodo.
-Dijiste que dibujas lo que sueñas- dice Natacha sacándome de mis pensamientos.- ¿Realmente sueñas con flores?-pregunta con mucho interés.
Termino de beberme mi capuchino de vainilla y mi sándwich, busco con la mirada alguna servilleta, pero Garrett se acerca con su cilla dando rechinidos y comienza a limpiarme los labios con mucho cuidado.
-¿Qué haces?-pregunto incomoda por su repentino acercamiento.
-limítate a responder.- murmura enfadado, pero aun así no quita sus ojos de mis labios.
Muy raro.
-No siempre- contesto mirando a natacha.
-¿Qué es lo que sueñas exactamente?-pregunta y sus brazos se entrelazan sobre la mesa.
No estaba muy segura de revelar lo que no alegraba a mis padres, pero ella se veía realmente interesada en mis locuras por lo que no me importo admitir nada.
-Hay lugares muy oscuros…-los dedos de Garrett, inesperadamente rosan mis labios lo que hace que me encuentre con su mirada.-pero la sangre es demasiado brillante para no notarla…-vuelvo a mirarla- así como los gritos y este campo de flores que brilla como si tuviera su propio brillo dentro de ellas.
Garrett me suelta y apoya su espalda contra el respaldo de la silla cruzando sus brazos sobre su pecho y luego cierra sus ojos.
-Bien, eso no nos dice mucho.- dice Natacha mirando a Garrett.- creo que los dibujos explicarían más.
¿Eso fue un insulto?
-Relájate Gail, no tenemos tiempo para explicarte.- dijo Natacha.- lo que mejor deberíamos hacer es ir a tu casa y ver los dibujos.
-Pero aún nos quedan como cinco horas de clase- reproche.
Garrett abre sus ojos y me mira por una larga eternidad como si esperara algo.
-¿No sientes nada?-pregunta curioso.
-¿Sentir que?
-Eres extraña- confiesa pero a pesar de haber sido un insulto me pareció que fue más un cumplido.
-Gracias.- sonrió.
Mi sonrisa y sinceridad logran que el Garrett malhumorado también sonriera a pesar de que solo fuera por unos segundos.
Me levante con ganas de ir al baño y ambos hicieron lo mismo siguiéndome los pasos detrás de mí hablando de aquella flor y lo importante que eran mis dibujo de alguna manera me sentía realmente importante por primera vez en mi vida mis dibujos no eran raros o algo de temer.
-Detente allí grandulón- digo al tiempo que coloco mi mano sobre su pecho que súbitamente subía y bajaba. Se encontraba agitado.- No entraras al baño de mujeres.- señalo el letrero sobre nuestras cabeza.
-Bien, cinco minutos.- me advierte.
-¿Qué?
-cuatro minutos y cincuenta segundos- dijo mientras miraba su reloj de mano.
Aquello era totalmente descabellado, pero como siempre no me regodee ni proteste simplemente hice lo que tenía que hacer y luego salí rogando mentalmente no haberme excedido los minutos.
-Cuatro minutos con treinta segundos.- dice mirando el reloj.- para la próxima espero menos que eso.
-¿Próxima?-pregunte sorprendida.-fue un milagro que no hubiese cola en el baño.- me queje cruzando mis brazos sobre mi pecho.
-No hay tiempo para eso.- dijo Natacha hablando de tiempo.- Tenemos que ir a tu casa.- señala con urgencia a pesar de que su rostro expresaba serenidad.
-¿Por qué?
-Porque si- respondió agriamente Garrett agarrando mí brazo para que caminara más deprisa, junto a ellos.
-¿Estás hablando enserio?- le pregunte mirándolo sobre mi hombro.- Mi abuela me matara si sabe que me escape de clases.
-nadie te matara mientras estés conmigo- me asegura dándome una mirada llena de gravedad.
-Oh, eso me consuela- dije sarcásticamente.
-El humor sarcástico no te viene Gail.
Cuando dijo mi nombre fue… no estaba muy segura lo que causo mi nombre en sus labios, pero sea lo que sea agradecí que aun mantuviera su mano firme contra mi brazo antes de que me cayera al suelo.
-De todos modos, no podemos.- proteste deteniéndome.
Natacha me dio una mirada molesta.
-De todos modos siempre las dibujo.- dije rápidamente intentando excusarme.- Ya saben, les dije que venían de mis retorcidos sueño.
-Ah, si tus sueños.- señalo Natacha mirando con una sonrisa a Garrett sobre mi cabeza.
Sentí el mentón de Garrett sobre mi cabello y supuse que me estaría usando de mesa y en cuanto me soltó del brazo en vez de dejarme a un lado coloco sus manos sobre mis hombros reteniéndome.
-Veo tu punto Natacha- murmuro pensativo.
No sabía de lo que hablaban hasta que Natacha sacudió su cabello negro dándole un color azulado contra las luces de las agrietadas nubes que comenzaban a dar la bienvenida al sol. Me tomo unos segundos darme cuenta que Natacha intentaba que yo la mirase a los ojos directamente, pero me encontraba absorta resistiendo las miles de sensaciones que penetraban mi cuerpo el simple contacto de las manos de Garrett sobre mis hombros, como si el calor en ellas pudiera traspasar la tela de mi chaqueta hasta llegar a mi piel.
Los ojos de Natacha eran hermosos y a pesar de haber juzgado estúpidamente sus ojos comparándola con el horrible cielo nublado estaba totalmente cegada al no ver aquellos destellos de luz como un calidoscopio alrededor de sus pupilas que lentamente comenzaban a girar y girar…
Un fuerte color rojo deslumbro mis ojos dejándome momentáneamente cegada sintiendo un familiar aroma fresco y dulce, la suavidad en el aire era palpable como la seda misma contra mi mejilla… la sensación de una polilla sobre mis muslos rosándolos a medida que daba un paso y luego silencio, mucho silencio. Mi cuerpo comenzó a temblar y no era por frio o miedo solo era reacción que no podía detener incluso cuando envolví mis brazos a mí alrededor y volví a contar lentamente, era la única forma de volver mis pies a la realidad o terminaría atrapada en mi propia locura.
Un gruñido gutural se escuchó por todo el lugar y aun no era capaz de abrir mis ojos y tal vez era más por el miedo mismo.
Veinte, veinte uno, veintidós, veinte y tres…
Unas pisadas retumbaron el suelo y cada una de ella se volvió más cercana.
Treinta y dos…

Abrí mis ojos lentamente encontrándome con el valle de flores rojas y la horrible oscuridad que ensombrecía tétricamente el lugar a pesar de su débil luz era capaz de divisar el enorme monstruo que también se había dado cuenta de mi presencia y una sonrisa de oreja a oreja me congelo, al mismo tiempo que di un grito roto.


sábado, 27 de septiembre de 2014

Cap. 2 Reacción precipitada.



-Lo siento.- dije encogiéndome de hombros.
Cordelia tomo barios sorbos de café mientras se daba vueltas y vueltas por su estación de trabajo, varias veces me daba una mirada de desaprobación, estaba muy segura que yo escondía algo, pero comenzaba a estar más preocupada por el chichón en mi cabeza a causa de mi estúpido desmayo.
-¿Estas tomando tus pastillas?-pregunta deteniéndose para mirarme.
-Sí.
-quizás deberíamos hacerte algunos exámenes de sangre.- murmuro para ella.- debe haber algo que este fallando y no me llames exagerada –dice exasperada- porque sabes que tu anemia no es nada buena y no estas produciendo ninguna mejoría y tus labios están muy azules o quizás es tu color natural aunque eso es científicamente erróneo, porque nuestros labios deben ser rosado no de ese terrorífico color.- señala mi boca.- Estoy a punto de sufrir un colapso nervioso por tu culpa niñita.
Entre más vueltas se daba por la habitación, más nerviosa me ponía y por sobre todo el tema de las agujas en mi piel. Nunca fui exactamente valiente, jamás me permitía que los doctores dieran rienda suelta con sus pruebas o alguna forma de curarme a través de agujas, solo que el único problema era que yo nunca podía decidir, porque aún era menor de edad, entonces de alguna forma terminaba a sujetada por médicos y enfermeros o amarrada en una camilla. Ellos decían que era por mi bien yo decía que la tortura era penalizada. Claro que esto no quedaba en secreto, porque mama era muy buena relatándole a todos mi familiares lo cobarde y exagerada en los hospitales. La vergüenza pública siempre se recordaba como uno de los temas sacados en festividades aburridas y yo era su plato fuerte.
-Si lo deseas ahora mismo te hago unas cuantas pruebas.- dice como si nada sabiendo de mis temores.- Sabes que tu madre se enterara y será mucho peor.
Estaba de acuerdo con ella, pero no hoy.
-Cordy, no hoy.- le rogué utilizando todo mi poder de persuasión llena de ternura en mis ojos.- Si me sacas sangre hoy de seguro terminare inconsciente y latiguda por horas.- eso era cierto.- por favor, por favor…-rogué entrecruzando mis manos sobre mi pecho mientras daba pequeños salto sobre la camilla.
Cordelia estrecho sus ojos con sospecha, pero luego suspira rindiéndose.
-Pero será maña.- me advierte.- ahora dime.- pidió mientras se acomodaba a mi lado.- ¿Qué está sucediendo?
¿Sucediendo? Nada, puesto que todo se ha ido patas para arriba y ahora estoy casi en la histeria misma, pero que importa eso cuando el chico más caliente de este jodido mundo acababa de pisar nuestro instituto.
Pero no podía decirle eso, claro ella se reiría por horas.
-¿Qué pasaría si un día te encuentras con una de tus pesadillas?
Cordelia arqueo una ceja y dijo -¿enserio? –había una sonrisa burlesca en su boca.
-Muy enserio.- dije mientras ella intentaba no reírse.
Cordelia reprimió una sonrisa e intento ponerse seria, algo que siempre hacia era que en cuanto se concentraba en algo sacaba de su bolsillo un cigarrillo y se lo colocaba en sus labios.
-Sabes muy bien que no puedes fumar en la enfermería.- le advierto con una sonrisa sínica.
-Oh, querida solo somos tú y yo.- dijo riendo y lo sostuvo con sus dos dedos.- además es solo por un momento de gustito. –saco su encendedor y lo encendió de manera teatral mientras que me miraba. –Y antes de que me cuentes sobre tus sueños hechos realidad, porque no hablamos del chico súper caliente que está en tu misma clase.
Me horrorice y ella dejo su cigarro aun lado.
Maldito sea el destino.
-Oh, no me digas…-dice sorprendida e instantáneamente volvió su sonrisa.
-Si.- afirme tragando fuertemente.- el mismo, Cordelia.- mi voz era fúnebre.- No se cómo comenzar, pero te lo diré.- tomo una bocaza de aire.- he soñado con ese chico muchas veces y ambos estamos muy romanticones.
Volvió a colocar el cigarro en su boca humeando la pequeña sala y sin dejar de mirarme parecía que no me había escuchado ¿o acaso pensaba que me estaba volviendo loca?
-Mmm…yo tuve el mismo sueño… luego de haber conocido a Marcos.- dice como si nada con el cigarro en su boca.- ¿No lo habías visto antes?
-No.
-Y esa fue la razón de tus desmayos ¿verdad?
-Obviamente, fue como ver el diablo en persona- dije mientras gesticulaba con mis manos-  tu sabes lo que pienso sobre las demostraciones físicas y con el sueño y el chico en presente…bueno aun me dan cosquillas en mi estómago y todo se vuelve borroso, sin mencionar la falta de aire y la fuerte taquicardia…a lo mejor tengo mi anemia muy avanzada o tal vez he obtenido otra enfermedad.- supuse entre mi rápida habladuría.
Leucemia, lupus, cáncer…
Cordelia se congela por unos segundos y luego aparta su cigarrillo de su boca  para carcajearse como una loca sobre mí. Me molesto mucho su sentido del humor cuando le hablaba de algo tan serio como mi salud. Luego de seis minutos riéndose por fin deja de reírse pero a penas, porque todo su cuerpo vibraba por su risa contenida y sus ojos se encontraban llorosos por tanto reír.
-Oh, ¿De verdad crees que me tragare la historia de nunca lo has visto?- pregunta y yo asiento.- Vamos,-dice dándome un pequeño golpe con su codo-  posiblemente lo has visto en algún lugar pero no lo recuerdas.
-ahora que lo dices…-pensé.- quizás si lo he visto y solamente no lo recuerdo, pero… ¿Cómo es que sueño con el de esa forma?- me sonrojo avergonzada.
-Querida a tu edad es todo hormonas.- responde como si fuera evidente.- a tu edad conocí a Marcos y de verdad lo pase bien, tal vez lo tuyo es similar.
-¿A qué te refieres?-pregunto sin entender.
-Pequeña es obvio que estas loquita por el.- coloca su mano sobre mi cabello y lo sacude riendo.- pero no te asustes, es normal aquí todas las chicas están verdes por tener siquiera un roce con el.- rio.- quizás no lo creas, pero veo en ti una chica muy atractiva.
Si claro, como si de alguna forma yo fuera más atractiva que Raquel o le llegue a los pies. Eso sí que es imposible.
-Bueno, ahora mismo Raquel ya debió de haberlo mordido.- dije encogiéndome de hombros.-De todos modos solo es un sueño y yo solo exagero.- me encojo mas.- como siempre.- murmure.
Ahora estoy deprimida.
Cordelia apaga su cigarro sobre un cenicero y luego coloca su mano sobre mi hombro. Sus ojos me ven con una extraña mirada maternal y dice.
-Nunca dudes de tu belleza y no pienses que Raquel siempre tendrá a muchos hombre porque a pesar de que sea cierto ¿Alguna vez ellos se han quedado por más de dos días con ella?
-No.
-y sabes ¿Por qué?-pregunta y yo niego.-Porque ella es incapaz de sentirse satisfecha con un chico que solo le dice que es linda, es obvio que no le gustan los descerebrados y espera más que un desafío.- intento sonreír pero no lo logro.- Y lo que es peor, ellos no la ven como una relación para proyectar.
Pero no deja de ser atrayente.
-Bueno será mejor que me vaya- dije mientras me levantaba.- Ahora que lo pienso tú tienes una hija - ella arquea la ceja como si eso fuera obvio y entonces pregunto.- ¿Es de él?
¿Por qué nunca se me vino a la cabeza?
Nunca me lo hubiese creído hasta el momento que nos habíamos topado con Marcos mientras paseábamos. Había tanto de Anea en él. Sentí un poco de lastima a causa de Marcos, el aun no conocía lo maravillosa que era Anea.
-Sí y no.- sonríe.
Salgo de la enfermería apestando a cigarrillo, pero por suerte me había perdido todas las clases, lo que significaba que no me encontraría con él. Aun que estaba claro que nos habíamos conocido antes, igualmente me asustaba estamparme en el suelo, no quería que mis padres comenzaran a temer. Entre los pasillos comienzo acomodar mi flequillo sobre el feo chichón y luego veo a Raquel nuevamente, pero por suerte nadie se encontraba a su lado.
-¡Hola!-me grita de un lado a otro y ella sabe que me cargan los griteríos. Corre hasta donde me encontraba casi saltando y luego retrocede haciendo una mueca de desagrado.- oh, amiga deja de fumar.- dijo riendo.- Hoy Lucas nos ha invitado a una fiesta de bienvenida.-anuncio con una gran ímpetu.
-Pero mañana tenemos clases.- intervine.
-Oh, no seas aguafiestas.- Me reprende haciendo una mueca.- Estuviste la mayor parte del día durmiendo, ¿no crees que es hora que gastes calorías bailando y tomando?
Mire sus ojos saltones y el sudor en su frente, como si se hubiera esforzado por convencerme, lo extraño era que ella siempre iba con o sin mí a esos eventos con sus amistades raros.
-Ok, pero nada de presentaciones con chicos que no conozco solo para divertirte.- le amenazo apuntándole con el dedo.
Algo de lo que era buena Raquel, siempre sabía cómo enfadarme y emparejarme con cada chico que creía que era perfecto para mí. Lo malo es que cada uno de esos chicos paso por sus manos, en otras palabras me tiraba desperdicios.
-Bueno, entonces ¿vas  a ir así?,- señala mi ropa-  porque no tenemos tiempo.- advierte.- te esperare en mi auto.- se ríe antes de irse saltando.- Tengo que invitar a cincuenta más!- grita mientras se larga dejándome atrás.
Me mire en el reflejo y reprimí un quejido.
-Ya me lo temía.- dice una voz muy familiar a mi lado.- esa chica provocara tu perdición.
Me giro un poco y veo Cordelia parada a mi lado con su bata blanca y su falda ceñida que llegaba desde sus costillas hasta la mitad de sus muslos y dentro de ella una camisa blanca medio descotada revelando sus grandes pechos, con tacones altos.
Ella si sabía de estilo.
-Ven.- me dice mientras hace un gesto con su mentón.- creo que tengo algo de ropa en mi consulta.
Mi salvadora.
Bendita seas Cordelia.
Llegamos a su enfermería y ella busco por sus casilleros sacando varias prendas, muchas de ellas era extrañas y otras muy pervertidas, como trajes sexuales y cosas extrañas, látigos y esposas. Cordelia siempre llevo una extraña vida sexual.
-Aquí esta.- dijo en cuanto sacaba unas cuantas prendas mas.- Bien, mira esto.
Me acerco y en cuanto lo hago Cordelia se cierne sobre mí y termino prácticamente con ropa interior frente a ella.
-Oye ¿Qué haces?-pregunto asustada mientras me cubro con mis manos.
Cordelia no responde, por supuesto.  Saca una blusa blanca con solapas redondas de color negro y sin mangas, en la línea de los botones era de color negro y terminaba dividido en dos puntas. Me lo coloca rápidamente y luego saca unos pantalones cortos de color negros que me llegaban hasta un poco más abajo del inicio del muslo y en entonces termina enseñándome mi apariencia en el espejo gigante de la pared. Y realmente me veía muy bien. Sorprendida, alucinada. Por fin entendía lo que decía Cordelia y veía lo mismo que ella veía en mí. Me dieron ganas de llorar.
-con esas zapatillas negras, estas perfecta.- dice con una sonrisa de oreja a oreja.- y tus labios…tan carnosos y oscuros.  –dijo con una grata aprobación.
-Esto es perfecto.- logre decir emocionada.- Mira mi cabello.- señale.- jamás se había visto tan bien.- reí.
Salí de la enfermera agradecida de tener a alguien como Cordelia. Cuando llegue al auto pude sentirme orgullosa de como vestía al ver los ojos de Raquel casi salirse, parecía verse ligeramente molesta, pero supo ocultar su enfado dándome una de sus más dulces y fingidos comentarios.
-Te ves tan guapa.

Y eso no era exactamente la mejor definición. 




Cap. 1 Desafortunada

CONEXIONES



Tuve la necesidad de salir corriendo.
Pero no lo hice.
Tuve una fuerte visión sobre mi misma sonriéndole a un hombre desconocido pero demasiado interesante para no decir que era horriblemente sexy, guapo, hermoso, perfecto. Aunque tal vez solo es un sueño…
Yo quería conocer el amor.
Pero los días pasaban y mi mejor amiga Raquel, como siempre me quitaba a todo hombre que ponía los ojos en mí, de alguna manera ella tenía la clara idea de no querer ser vista por ellos.
Raquel era más alta que yo y de una piel hermosamente dorada de cabello castaño claro y nariz respingada con grandes ojos verdes. Raquel siempre vestía con microscópica faldas, tacones altos y siempre llevaba su cabello castaño suelto el cual llegaba hasta sus voluptuosos pechos.
 Como si fuera la reina de la amazonia
En cambio yo era pequeña delgada y sin forma. Mi pecho era terriblemente plano y mi piel muy blanca, lo cual hacia que mi cabello negro se viera como una cortina, un muro en el cual nadie podía ver mi rostro. Aunque no había nada que se fijara en mí. Mis ojos eran de color grises casi blancos y mi boca siempre tenía un tono azul a causa de la anemia, puesto que todos pensaban que yo era un fantasma que seguía a Raquel.
Nunca me molestaba el hecho de ser un espectro para ellos, pero lo que no podía soportar era que me llamaran niña o que algunas veces de verdad creían en ello y me sacaban de clases porque pensaban que solo era la hermanita pequeña de alguien.  En esos momentos Raquel sale a mi rescate y comienza a insultar con palabrotas a todos lo que me insultaron.
Lo que la hacía irresistiblemente salvaje para los demás.
Una de mis noches de sueño extremo, volví a verlo a través de mis ojos...el espacio que se encontraba a su alrededor siempre era difuso, nunca lograba de darme alguna idea, pero tan pronto como él se adentraba al espacio difuso como un ángel dorado capaz de romper el espacio y tiempo, mi yo lo miraba embobada,  semejante a ver un diamante. Me molestaba ser consiente de mis debilidades ante un chico apuesto, pero tampoco entendía que veía de esa chica de cabello voluminoso, que lograba ocultar la mayor parte de su rostro.
-Te vez hermosa- dijo con una sonrisa pícara.
-tu eres hermoso- dijo mi yo, con una gran sonrisa
Me dio un escalofrió de muerte cuando el tomo mis manos y las beso con delicadeza, al principio no tenía sentido su expresión destrozada en la que él me veía, pero cuando sus manos dejaron ver mis nudillos, pude darme cuenta de las heridas en mi piel. Como si de verdad sintiera su dolor mis nudillos sanos me ardieron pero cuando el beso de nuevo mis nudillo todo dolor fue apartado por el placer.
De inmediato me alejo como si pudiera huir de esa visión, pero por suerte así fue. Mis ojos se dilataron mientras que veía el techo de mi cuarto con mi ceño fruncido.
El verlo me hacía sentir miedo y preocupación.
No logre dormir, en clases parecía encontrar el sueño anhelado cuando el maestro Olano comienza la clase se detiene abruptamente entre Floyd y La escasa profundidad de nuestros subconscientes juveniles, cuando la puerta se abre y todos miramos hacia la entrada automáticamente.
Lo primero que vi, fueron sus botas militares y luego sus jeans rasgados...muy punk pensé. Y más tarde su camisa negra abierta con una camiseta debajo del mismo color y luego su rostro...entonces todo se oscureció.
Desperté en la enfermería con mi cabeza fuertemente sostenida por alguna cosa extraña en mi cuello que no me dejaba moverme con comodidad. Mire asustada a  la enfermera Cordelia quien se encontraba cómodamente a mi lado leyendo una estúpida novela para mayores. Ella tenía un extraño interés sexual por las novelas de alto riesgo carnal.
-Oh mi querida masoquista.- dijo cuándo sus ojos se posaron en mi.- Estaba segura que nunca despertarías.- sonrió de oreja a oreja cuando intente levantarme.- Te tengo amordazada.- sonrió.
Fruncí el ceño solo me encontraba inmovilizada por el cuello, pero el temor de ser una de sus víctimas me puso en alerta.
Comencé a levantarme a medias porque no era capaz de agachar mi rostro para poder ver mejor lo que hacía, entonces descubrí que lo que tenía en mi cuello era un cuello… ¿ortopédico?
-¿por qué?- pregunte mirándola.
-Te diste un buen porrazo en tu asiento -dijo demasiado divertida con imaginarlo- ¿no lo recuerdas?
Entonces todo vino a mi mente.
El chico vestido como punk.
Mi inestable ritmo cardíaco.
Y las puertas de una imaginación abierta.
Si eso debe ser, quizás solo fue mi imaginación y esto de verdad no estaba pasando. El chico más sexy del mundo no atravesó el salón. La explicación de mi desmayo solo fue sugestión, aún estaba alterada por lo de anoche y la falta de sueño me habían hecho una mala jugada.
Me quería reír ante mi estupidez.
-¿Puedo sacarme esto?- pregunte mientras señalaba mi cuello ortopédico.
-No lo sé.- dijo deductiva mientras me daba una mirada no muy convencida.- Pero estas hablando conmigo, como siempre y no creo que te hayas quebrado el cuello.- trague fuerte asustada a causa de su repentina seriedad.- solo bromeaba- rio.- Te lo puse para divertirme.- Se burló soltando una excesiva risotada.
Intente estar enojada con ella, pero no pude así que también me reí.
La enfermera Cordelia era una solterona de treinta años que disfrutaba al contarle a una adolecente como yo todos sus romances fallidos y sus deseos sádicos. Ante los ojos de los demás ella era una Enfermera humilde y de buen corazón, pero bajo ese pardee ojos azules, existía una maniática del sexo. Cordelia era la adulta más rebelde que había conocido en toda mi vida. Nunca pensé que luego de mi inestable estado terminaría lloriqueando en brazos de una supuesta humilde Enfermera, pero cuando apretó mi nalga de forma desprevenida, me aleje de ella mirándola como si no la conociera. Fue entonces cuando ella me revelo su máscara perfectamente adherida al cinismo.
Cordelia era un poco más alta que Raquel, lo que las diferenciaba era que Raquel era una mujer de piel bronceada y Cordelia era rubia de piel de porcelana y una figura que cualquiera mataría por tener.
Solo Pilates y mucha comida sana.
Dijo un día revelándome sus más íntimos secretos, pero lo que pensé que sería algo solo superficial termino en horribles testimonios de su vida sexual, algo de lo que mis oídos y yo no estábamos lo suficientemente preparados, pero al final me acostumbre y ambas terminamos siendo muy amigas en secreto.
-han pasado tres horas.- dijo mientras miraba su reloj de mano.- quizás deberías correr a tu próxima clase.
Cuando estaba dispuesta a irme olvide por completo que llevaba el estúpido cuello ortopédico. Me di vuelta y le puse mala cara, ella solo se carcajeo y dejo su libro a un lado para acercarse a mí.
-Date vuelta.- pidió.
Como siempre en este punto, yo simplemente dudaba. Habían días en que creía que terminaría recibiendo latigazos o algún extraño artefacto sobre mi trasero y no era porque me estaba volviendo horriblemente paranoica. Cordelia no dejaba de atormentarme con sus estúpidas enseñanzas sobre el sexo y había días en los que me descuidaba y terminaba siendo amordazada solo para burlarse de mí.
Me di vuelta, mientras ella sacaba el cuello ortopédico y entonces una vez liberada siento dos manos sobre mi pecho.
Di un grito ahogado asustada. Pero seguía sosteniéndome.
Estúpida maniaca.
-Te crecieron.- dijo con voz sorprendida.- Por dios,- casi grita exaltándome.- estas volviéndote una mujer.- rio.- Y frente a mis ojos.- me soltó y me dio una rápida vuelta para quedar frente a ella.- Mi querida niña se está convirtiendo en una mujer.- casi lloro.
-oh, no llores.- pedí asustada.- solo son pechos y no creo que estén nada grandes.- dije mientras me daba una exhaustiva mirada.- de verdad, yo no veo nada allí solo una tabla.
-No, no pequeña no te insultes, las mujeres somos bellas y diferentes porque los chicos aman a las especiales y diferentes, aquellas que brillan con solo su propia luz.
Enmudecí ante sus reconfortantes palabras y entonces de verdad me preocupaba que mi pecho por fin creciera, pero esto sería tan obvio de ver porque siempre fui tabla y nunca tuve nada de pechos.
-tranquila, tranquila.- dijo Cordelia con una sonrisa amigable.- yo solo lo note cuando te toque, nadie te notara con ese gran chaleco negro tuyo.
Sentí el alivia invadirme por todo el cuerpo. Ella siempre sabía cómo reconfortarme.
-Espero que Marcos vea tu preciosa alma.- dije riendo antes de salir de la enfermería.
Marcos Julián Silva fue el amor de la vida de la enfermera Cordelia. Aunque ella siempre lo niega cada vez que hablaba sobre él,  sus ojos brillaban con una intensidad propia de una enamorada.
Marcos y Cordelia se habían conocido en el instituto. Según Cordelia Marcos fue quien se acercó a ella y la conquisto, pero cuando descubrió que su conquista era parte de un pacto entre amigos, Cordelia hecho humos y se fue a vivir a estados unidos por un tiempo muy largo. Cuando se volvieron a ver fue en su primer día de universidad, Cordelia salía de clases para juntarse con sus amigos entre ellos estaba Marco, también estaba coincidentemente en primer año y en la escuela de salud. Cordelia me dijo que ambos no soportaban verse, pero a medida que esa ira crecía, también lo hacia sus corazones y un día sin que pudieran evitarlo los dos terminan en la cama de Cordelia, (aún recuerdo la risotada de Cordelia al ver mi sorpresa) Cordelia no recordaba mucho de cómo llegaron hasta ese punto, solo recuerda que era algo que no se podía detener y que la ansiedad y la urgencia los domino por completo transformándolos en fieras. Y así fue durante tres años donde ambos discutían frente a sus amigos y por las noches eran feroces amantes, pero un día vio a Marcos con otra chica y Cordelia se cerró por completo. A pesar de los intentos de Marcos por volver. Cordelia ya había cambiado, incluso de imagen…ya no era la chica recatada y exasperante que todos conocían, ahora era una Cordelia rebelde que hacia lo que quería. Cordelia estudiaba enfermería así que termino antes que Marcos quien estudiaba medicina. Cordelia se volvió a ir con el corazón roto en llanto y pasaron cinco años luego de ese incidente cuando volvieron a verse por casualidad en el extranjero. Fue una de las razones porque Cordelia había vuelto.
Un día Cordelia me invito a comer un helado al centro de la ciudad mientras hablábamos de las rarezas de la vida cuando un hombre alto y vigoroso…jodidamente sexy. Era un hombre de cabello negro peinado elegantemente hacia atrás, sus ojos verdes se posaron en mí y luego en Cordelia quien hacia una mueca de desagrado, me llevo mucho no darme cuenta de quien se trataba.
-Ven.- dice Cordelia llevándome de la mano hacia otro lado.
-¡Espera!-grito Marco detrás de nosotras.- Cordelia, por favor…-suplico.
Cordelia hizo oídos sordos e incluso se mordió los labios sin dejar de caminar sin rumbo fijo.
-Ese cretino nunca podrá dejarme vivir, hasta matar mi corazón.- gruño.- hay hombre bueno y otros malo, pero están los que dañan.- dice y me da una mirada.- Algún día conocerás a uno de ellos, y no podrás evitar que te roben el corazón.- luego toma un largo respiro y suspira.- dependerá de ti saber si lo dejas amarte, odiarte o dañarte.
Nunca comprendía mucho de lo que decía, pero de alguna manera ella me transmitía esa incertidumbre y temor del cual no estaba muy entusiasmada de experimentar.
-Oh, Megan.- dice la voz de Raquel desde el pasillo.
La mire sin entender su reacción y luego veo a alguien a su lado. Primero fueron su botas militares, luego sus jeans rasgados y termine con su camisa un poco abierta sobre su clavícula expuesta y entonces…
- Él es Liam Hansen.-dice Raquel presentándonos.- y ella es Megan… ¿Megan estas bien?-pregunta mientras se inclina para mirarme a los ojos.- cielo santo ¡estas pálida!- casi grita.
-Oh,-logre decir sacudiendo mi cabeza para despejarme-  sí estoy perfectamente.- dije sonriendo mientras pasaba por su lado ignorando la preocupación del niño bonito cuando pase por su lado.
-Oye, Megan- me llamo Raquel.- por aquí es la clase…y ¿Por qué eres tan descortés?

La ignore y seguí mi camino hacia ningún lugar porque de repente de lo único que fui consiente era el piso frio contra mi mejilla, y los extraños gritos fingidos de Raquel.


Escrito: Miss dreams (Dueña del blog)
Espero sus comentarios y opiniones, es la primera vez que escribo algo propio y personal. 
El principio de Megan y Liam.