-Lo siento.- dije encogiéndome
de hombros.
Cordelia tomo barios
sorbos de café mientras se daba vueltas y vueltas por su estación de trabajo,
varias veces me daba una mirada de desaprobación, estaba muy segura que yo
escondía algo, pero comenzaba a estar más preocupada por el chichón en mi
cabeza a causa de mi estúpido desmayo.
-¿Estas tomando tus
pastillas?-pregunta deteniéndose para mirarme.
-Sí.
-quizás deberíamos
hacerte algunos exámenes de sangre.- murmuro para ella.- debe haber algo
que este fallando y no me llames exagerada –dice exasperada- porque sabes que
tu anemia no es nada buena y no estas produciendo ninguna mejoría y tus labios
están muy azules o quizás es tu color natural aunque eso es científicamente
erróneo, porque nuestros labios deben ser rosado no de ese terrorífico color.-
señala mi boca.- Estoy a punto de sufrir un colapso nervioso por tu culpa
niñita.
Entre más vueltas se
daba por la habitación, más nerviosa me ponía y por sobre todo el tema de las
agujas en mi piel. Nunca fui exactamente valiente, jamás me permitía que los
doctores dieran rienda suelta con sus pruebas o alguna forma de curarme a
través de agujas, solo que el único problema era que yo nunca podía decidir,
porque aún era menor de edad, entonces de alguna forma terminaba a sujetada por
médicos y enfermeros o amarrada en una camilla. Ellos decían que era por mi
bien yo decía que la tortura era penalizada. Claro que esto no quedaba en
secreto, porque mama era muy buena relatándole a todos mi familiares lo cobarde
y exagerada en los hospitales. La vergüenza pública siempre se recordaba como
uno de los temas sacados en festividades aburridas y yo era su plato fuerte.
-Si lo deseas ahora
mismo te hago unas cuantas pruebas.- dice como si nada sabiendo de mis
temores.- Sabes que tu madre se enterara y será mucho peor.
Estaba de acuerdo con
ella, pero no hoy.
-Cordy, no hoy.- le
rogué utilizando todo mi poder de persuasión llena de ternura en mis ojos.- Si
me sacas sangre hoy de seguro terminare inconsciente y latiguda por horas.- eso
era cierto.- por favor, por favor…-rogué entrecruzando mis manos sobre mi pecho
mientras daba pequeños salto sobre la camilla.
Cordelia estrecho sus
ojos con sospecha, pero luego suspira rindiéndose.
-Pero será maña.- me
advierte.- ahora dime.- pidió mientras se acomodaba a mi lado.- ¿Qué está
sucediendo?
¿Sucediendo?
Nada, puesto que todo se ha ido patas para arriba y ahora estoy casi en la
histeria misma, pero que importa eso cuando el chico más caliente de este
jodido mundo acababa de pisar nuestro instituto.
Pero no podía decirle
eso, claro ella se reiría por horas.
-¿Qué pasaría si un
día te encuentras con una de tus pesadillas?
Cordelia arqueo una
ceja y dijo -¿enserio? –había una sonrisa burlesca en su boca.
-Muy enserio.- dije
mientras ella intentaba no reírse.
Cordelia reprimió una
sonrisa e intento ponerse seria, algo que siempre hacia era que en cuanto se
concentraba en algo sacaba de su bolsillo un cigarrillo y se lo colocaba en sus
labios.
-Sabes muy bien que
no puedes fumar en la enfermería.- le advierto con una sonrisa sínica.
-Oh, querida solo
somos tú y yo.- dijo riendo y lo sostuvo con sus dos dedos.- además es solo por
un momento de gustito. –saco su encendedor y lo encendió de manera teatral
mientras que me miraba. –Y antes de que me cuentes sobre tus sueños hechos
realidad, porque no hablamos del chico súper caliente que está en tu misma
clase.
Me horrorice y ella
dejo su cigarro aun lado.
Maldito sea el
destino.
-Oh, no me
digas…-dice sorprendida e instantáneamente volvió su sonrisa.
-Si.- afirme tragando
fuertemente.- el mismo, Cordelia.- mi voz era fúnebre.- No se cómo comenzar,
pero te lo diré.- tomo una bocaza de aire.- he soñado con ese chico muchas
veces y ambos estamos muy romanticones.
Volvió a colocar el
cigarro en su boca humeando la pequeña sala y sin dejar de mirarme parecía que
no me había escuchado ¿o acaso pensaba que me estaba volviendo loca?
-Mmm…yo tuve el mismo
sueño… luego de haber conocido a Marcos.- dice como si nada con el cigarro en
su boca.- ¿No lo habías visto antes?
-No.
-Y esa fue la razón
de tus desmayos ¿verdad?
-Obviamente, fue como
ver el diablo en persona- dije mientras gesticulaba con mis manos- tu sabes lo que pienso sobre las
demostraciones físicas y con el sueño y el chico en presente…bueno aun me dan
cosquillas en mi estómago y todo se vuelve borroso, sin mencionar la falta de
aire y la fuerte taquicardia…a lo mejor tengo mi anemia muy avanzada o tal vez
he obtenido otra enfermedad.- supuse entre mi rápida habladuría.
Leucemia, lupus,
cáncer…
Cordelia se congela
por unos segundos y luego aparta su cigarrillo de su boca para carcajearse como una loca sobre mí. Me
molesto mucho su sentido del humor cuando le hablaba de algo tan serio como mi
salud. Luego de seis minutos riéndose por fin deja de reírse pero a penas,
porque todo su cuerpo vibraba por su risa contenida y sus ojos se encontraban
llorosos por tanto reír.
-Oh, ¿De verdad crees
que me tragare la historia de nunca lo has visto?- pregunta y yo asiento.-
Vamos,-dice dándome un pequeño golpe con su codo- posiblemente lo has visto en algún lugar pero
no lo recuerdas.
-ahora que lo dices…-pensé.-
quizás si lo he visto y solamente no lo recuerdo, pero… ¿Cómo es que sueño con
el de esa forma?- me sonrojo avergonzada.
-Querida a tu edad es
todo hormonas.- responde como si fuera evidente.- a tu edad conocí a Marcos y
de verdad lo pase bien, tal vez lo tuyo es similar.
-¿A qué te
refieres?-pregunto sin entender.
-Pequeña es obvio que
estas loquita por el.- coloca su mano sobre mi cabello y lo sacude riendo.-
pero no te asustes, es normal aquí todas las chicas están verdes por tener
siquiera un roce con el.- rio.- quizás no lo creas, pero veo en ti una chica
muy atractiva.
Si claro, como si de
alguna forma yo fuera más atractiva que Raquel o le llegue a los pies. Eso sí
que es imposible.
-Bueno, ahora mismo
Raquel ya debió de haberlo mordido.- dije encogiéndome de hombros.-De todos
modos solo es un sueño y yo solo exagero.- me encojo mas.- como siempre.-
murmure.
Ahora
estoy deprimida.
Cordelia apaga su
cigarro sobre un cenicero y luego coloca su mano sobre mi hombro. Sus ojos me
ven con una extraña mirada maternal y dice.
-Nunca dudes de tu
belleza y no pienses que Raquel siempre tendrá a muchos hombre porque a pesar
de que sea cierto ¿Alguna vez ellos se han quedado por más de dos días con
ella?
-No.
-y sabes ¿Por
qué?-pregunta y yo niego.-Porque ella es incapaz de sentirse satisfecha con un
chico que solo le dice que es linda, es obvio que no le gustan los
descerebrados y espera más que un desafío.- intento sonreír pero no lo logro.-
Y lo que es peor, ellos no la ven como una relación para proyectar.
Pero no deja de ser
atrayente.
-Bueno será mejor que
me vaya- dije mientras me levantaba.- Ahora que lo pienso tú tienes una hija -
ella arquea la ceja como si eso fuera obvio y entonces pregunto.- ¿Es de él?
¿Por qué nunca se me
vino a la cabeza?
Nunca me lo hubiese
creído hasta el momento que nos habíamos topado con Marcos mientras paseábamos.
Había tanto de Anea en él. Sentí un poco de lastima a causa de Marcos, el aun
no conocía lo maravillosa que era Anea.
-Sí y no.- sonríe.
Salgo de la
enfermería apestando a cigarrillo, pero por suerte me había perdido todas las
clases, lo que significaba que no me encontraría con él. Aun que estaba claro
que nos habíamos conocido antes, igualmente me asustaba estamparme en el suelo,
no quería que mis padres comenzaran a temer. Entre los pasillos comienzo
acomodar mi flequillo sobre el feo chichón y luego veo a Raquel nuevamente,
pero por suerte nadie se encontraba a su lado.
-¡Hola!-me grita de
un lado a otro y ella sabe que me cargan los griteríos. Corre hasta donde me
encontraba casi saltando y luego retrocede haciendo una mueca de desagrado.-
oh, amiga deja de fumar.- dijo riendo.- Hoy Lucas nos ha invitado a una fiesta
de bienvenida.-anuncio con una gran ímpetu.
-Pero mañana tenemos
clases.- intervine.
-Oh, no seas
aguafiestas.- Me reprende haciendo una mueca.- Estuviste la mayor parte del día
durmiendo, ¿no crees que es hora que gastes calorías bailando y tomando?
Mire sus ojos
saltones y el sudor en su frente, como si se hubiera esforzado por convencerme,
lo extraño era que ella siempre iba con o sin mí a esos eventos con sus
amistades raros.
-Ok, pero nada de
presentaciones con chicos que no conozco solo para divertirte.- le amenazo
apuntándole con el dedo.
Algo de lo que era
buena Raquel, siempre sabía cómo enfadarme y emparejarme con cada chico que
creía que era perfecto para mí. Lo malo es que cada uno de esos chicos paso por
sus manos, en otras palabras me tiraba desperdicios.
-Bueno, entonces ¿vas
a ir así?,- señala mi ropa- porque no tenemos tiempo.- advierte.- te
esperare en mi auto.- se ríe antes de irse saltando.- Tengo que invitar a
cincuenta más!- grita mientras se larga dejándome atrás.
Me mire en el reflejo
y reprimí un quejido.
-Ya me lo temía.-
dice una voz muy familiar a mi lado.- esa chica provocara tu perdición.
Me giro un poco y veo
Cordelia parada a mi lado con su bata blanca y su falda ceñida que llegaba
desde sus costillas hasta la mitad de sus muslos y dentro de ella una camisa
blanca medio descotada revelando sus grandes pechos, con tacones altos.
Ella si sabía de
estilo.
-Ven.- me dice
mientras hace un gesto con su mentón.- creo que tengo algo de ropa en mi
consulta.
Mi salvadora.
Bendita seas
Cordelia.
Llegamos a su
enfermería y ella busco por sus casilleros sacando varias prendas, muchas de
ellas era extrañas y otras muy pervertidas, como trajes sexuales y cosas
extrañas, látigos y esposas. Cordelia siempre llevo una extraña vida sexual.
-Aquí esta.- dijo en
cuanto sacaba unas cuantas prendas mas.- Bien, mira esto.
Me acerco y en cuanto
lo hago Cordelia se cierne sobre mí y termino prácticamente con ropa interior
frente a ella.
-Oye ¿Qué
haces?-pregunto asustada mientras me cubro con mis manos.
Cordelia no responde,
por supuesto. Saca una blusa blanca con
solapas redondas de color negro y sin mangas, en la línea de los botones era de
color negro y terminaba dividido en dos puntas. Me lo coloca rápidamente y
luego saca unos pantalones cortos de color negros que me llegaban hasta un poco
más abajo del inicio del muslo y en entonces termina enseñándome mi apariencia
en el espejo gigante de la pared. Y realmente me veía muy bien. Sorprendida,
alucinada. Por fin entendía lo que decía Cordelia y veía lo mismo que ella veía
en mí. Me dieron ganas de llorar.
-con esas zapatillas
negras, estas perfecta.- dice con una sonrisa de oreja a oreja.- y tus
labios…tan carnosos y oscuros. –dijo con
una grata aprobación.
-Esto es perfecto.-
logre decir emocionada.- Mira mi cabello.- señale.- jamás se había visto tan
bien.- reí.
Salí de la enfermera
agradecida de tener a alguien como Cordelia. Cuando llegue al auto pude
sentirme orgullosa de como vestía al ver los ojos de Raquel casi salirse, parecía
verse ligeramente molesta, pero supo ocultar su enfado dándome una de sus más
dulces y fingidos comentarios.
-Te ves tan guapa.
Y eso no era
exactamente la mejor definición.
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