lunes, 29 de septiembre de 2014

CAPITULO 1- UNA ÉPOCA PARA FLORECER.



Aria y Lucia se quedaron a mi lado, ambas tomándome de las manos a un costado de mi cuerpo mientras observábamos a mi madre irse. No pude evitar sentirme triste y a pesar de ello era como si las glicinas en flor comenzaran a entender mi estado de animo al caer por el arco de la entrada de mi casa en forma de racimos purpuras.
-No me detengas- Me ordeno con acritud justo antes de abandonar la entrada de la casa.
Acababa de llegar de clases junto a mis amigas, estábamos apuntándonos para ir al cine o comprar comida chatarra y ver una película indecente en el computador, pero cuando mama salió echando chispa con una maleta en mano y su vestido favorito de lunares blanco supe que algo malo estaba ocurriendo.
A mis dieciséis años me quede sin madre y con un padre alcohólico del cual debía cuidar.
Las semanas siguientes mi propio padre no me hablaba y cuando me miraba sabía que veía mi madre, por la forma en que sus ojos cafés adquirían un resentimiento y luego comenzaba a agredirme con palabrotas y acusaciones de las que no quería enterarme.
Mi madre se había ido con otro hombre.
Pero un mes pasa demasiado rapido y en tan poco tiempo no tuve la oportunidad para llorar o sentirme desesperada. Porque mis mañanas las dedicaba en los estudios y como una forma de huir de la realidad muy pronto ya ni siquiera veía a mis amigas, las tardes eran principalmente para limpiar y hacerme cargo de la alimentación de mi padre, aunque muchas veces se escapaba y terminaba sola buscando en cada sitio en la oscuridad de la cuidad, hasta que lo hallaba en  un callejón llorando y apestando a alcohol.
Una noche mientras lo cargaba para traerlo a casa me dijo.
-Lo siento.
Aquel día no comprendí a lo que se refería, pero parte de mí… una pequeña y minúscula parte sabía perfectamente a lo que se refería y aquella parte se alegraba.
Esa semana, mi padre dejo este mundo cuando lo encontré ahorcado en su dormitorio con las fotos de mi madre esparcidas sobre la cama.
Es cierto, uno nunca se espera que hallan tantas desgracias en menos de un año. Yo nunca me espere ver a mi madre irse sin mirarme, tampoco espere que mi padre quien era muy orgulloso se volviera un hombre muy débil de corazón y mente.
Mi abuela, la madre de mi padre vino el mismo día del suicidio prometiéndome hacerse cargo de mí tomando mis cosas sin preguntarme, pero en ese momento no me encontraba cuerda, por lo que no descubrí como había llegado a su auto.  Nos fuimos al siguiente día a un pueblito a cuatro o seis no estaba muy segura de cuantas horas de viaje fueron, pero tampoco me molestaba el silencio o la hermosa vista que me mostraban los campos de viñedos y cultivos, aquellos cerros y montañas muy cerca de la carretera me hacían anhelar aquella altura donde podría estar más cerca del cielo, pero mi abuela era Cristiana entonces me dejo de inmediato en claro donde se encontraba mi padre y eso no le dio alivio a mi corazón.
La casa de mi abuela no era muy grande pero si tenía un jardín demasiado amplio para cultivar todo tipo de planta. No pude evitar sacar una pequeña raíz de las glicinas que mi madre había plantado en casa hace ya mucho tiempo de modo que pudiera cultivarla en algún macetero, amaba las flores de cada primavera en su punto máximo, así como amaba las hortensias, las glicinas era una de mis flores preferidas. Mi abuela tenía un jardín con muchas hortensias y otras flores que no prestaba mucha mi atención de modo que al salir del auto corrí hasta ellas para olfatearlas.
Mi nuevo dormitorio era un poco desabrido comparado con la decoración perfecta de una princesa que mi madre me había diseñado. Paredes grises y una pequeña ventana de madera que poco alumbrara mi nueva cama o mejor dicho un catre casi al punto del deterioro. Pero a pesar de que el colchón estuviera en mal estado con aquellos resortes a punto de salirse de orbita o las cortinas improvisadas de algún mantel, no estaba tan mal agradecida después de todo mi abuela pudo haberse deshecho de mi enviándome con alguna asistente social.  Por lo menos tenía un pequeño mueble viejo donde poner mis ropas.
-Mañana entraras a clase.- me avisa entregándome una bolsa negra.
-¿Qué es esto?-pregunto en cuanto la tomo.
-Tu uniforme.
Ah. Bien nunca había usado algún uniforme, simplemente porque se veía algo muy militarizado.
- gracias.- dije con una pequeña sonrisa.
Aquella noche hizo mucho frio y las pocas mantas no cubrían por completo mi cuerpo, la luminosidad de la luna era débil comparada con la luz del foco que colgaba desde el techo con los cables sueltos.
Llore y temblé, pero el cansancio me gano y no logre desahogar mis miedos y tristezas. Parecía que nunca tenía tiempo para pensar en nada. Pero era lo mejor. Eso creo.
A la mañana siguiente me bañe en el pequeño baño de mi abuela, donde la ducha casi no dejaba espacio para el retrete y el lava manos, pero aquello era totalmente segundario cuando el agua fría toco mi piel logrando que diera un grito asustada.
Me paralice al descubrir que la faldita negra y la blusa blanca, más la chaqueta del mismo color que la falda haciendo un extraordinario juego de colores dejando cierto encanto sobre mi cuerpo añadiendo sobriedad y desencanto.
Me mire al espejo al notar que debajo de mis ojos se encontraba unas oscuras sombras y mi piel se volvió muy pálida, por lo que decidí mejor mantener mi cabello cobrizo suelto y dejar que algunas ondas cayeran por mi rostro.
Mi abuela aún no se levantaba asique me fui sola con la dirección que había dejado en un papel sobre la mesa del comedor. Pero hasta ese momento se me había pasado por completo de la cabeza el hecho de que no había ninguna locomoción en estos lugares por lo que la mayoría de las personas tienen sus propios autos. En mi caso solo tuve que rendirme y sacar de la bodega la antigua bicicleta de mi padre, aunque si no tenía cuidado de seguro mi ropa interior quedara expuesta.
Las calles eran de tierra y no se veía muchas casa a mi alrededor, cerca de donde vive mi abuela solo habitan diez familias, pero cuando llegas a la curva donde terminan las casas te encuentras con un camino largo y ancho rodeado de rocas, arboles, cerros y animales como vacas y caballos, por lo que me demore quince minutos exactamente hasta ver a lo lejos un enorme edificio de piedra muy antiguo las enredaderas y el césped mismo se unía a la edificación como si fueran parte de la fachada.
Aparque mi bicicleta junto a las demás donde una chica de cabello negro trenzado se quedó extrañamente mirándome de reojo, aquel instante fue demasiado largo como para poder evitar sentirme avergonzada de ser observada.
-Hola.- saluda con voz neutral, mientras se incorpora dejando atrás su bicicleta para hacerme frente.- Eres la nueva ¿verdad?
¿Cómo lo supo?
-Tu abuela se encargó que todos supiéramos sobre ti- responde a mi pregunta mental.
-¿Encargo?-pregunto no muy segura.
-En resumen, todos sabemos que eres huérfana- su mirada adquiere una extraña vacilación y entonces prosigue.- Lo siento.
-No, está bien- le asegure intentando sonreír un poco.- de ese modo no tengo que fingir o explicar nada.
-Bien- sonríe sin sentirlo.-Soy Natacha Lennox.
- Gail Roset.
-Ya lo sé- dijo con una sonrisa burlesca- recuerda que tu abuela vino y nos dio todos los detalles.
Sus ojos eran de un color cielo, tal vez podría decirse que se veían similares al cielo nublado de esta mañana, con un peculiar brillo.
-Bien, tengo que entrar a clases- me avisa mientras se acomodaba su mochila.- espero verte pronto- dice antes de guiñarme un ojo y marcharse.
A pesar de su figura extraordinaria y ojos impactantes, había conseguido hacer alguna amiga.
Mientras cambia acercándome más y más a la puerta principal me percaté de que todos me miraban, cada chico y chica de esta escuela se detuvo para darme una mirada descarada como si fuera parte de algún experimento de su clase.
Un guardia se percató que me encontraba desorientada y entonces me lleva hasta una pequeña oficina en el interior.
-Señorita Roset.- Me saluda una mujer de gran volumen y cabello rizado.- La estábamos esperando.- dice con mucha emoción y una gran sonrisa la cual lograba que sus mejillas se vieran más rojas de lo que se veían.- Mi nombre es Katherine Maciel y soy la consejera de esta grandiosa escuela que es San Margaret- anuncio casi aplaudiendo.- Este es su horario y por lo visto le a tocado la clase con Virginia- dice repentinamente cambio su expresión a preocupación- vamos yo te llevare y no habrá problemas.
Tomo el papel de sus manos y la sigo.
Llegamos hasta el segundo piso, luego de dar unas cuantas vueltas y descubrir que cada salón es como los demás, la señora Katherine Maciel no dejaba de hablarme las diferentes actividades recreativas que su maravillosa escuela impartía y de la que se sentía muy orgullosa, también se conmovió ante mi melodramática historia la cual mi abuela, nuevamente se había encargado de informarle.  Le dio dos golpecitos a la puerta de madera y entonces una mujer de cabello corto castaño con una mirada de pocos amigos me miro desde la cabeza a los pies en una humillante mirada que demostraba superioridad.
Era mucho más hermosa de lo que nadie podría ser, aunque estaba segurísima que Natacha podría ganarle fácilmente, esta mujer tenía los mismos colores de ojos pero en ellos había una mirada oscura que me hizo temblar. Me provoco una desconfianza que muy pocos lograban infundirme.
-Profesora Virginia- saluda Katherine con demasiada emoción de felicidad.- Ella es nuestra Roset.
La profesora hizo una mueca de molestia, pero entonces abrió la puerta dándome una señal, con el mentón para que entrara.
La profesora quien no superaba los treinta años y su faldita diminuta, se quedó hablando con Katherine la consejera mientras me dejaba frente a una clase de chicos y chicas las cuales no continuaron con sus tareas normales sino que repentinamente todos me miraban muy atentos. Entre ellos se encontraba una chica que reconocería en cualquier lugar.
Natacha se sentaba al fondo del salón junto a la pared sola y sin prestarme atención, tampoco se veía como si estuviera animada a continuar con sus tareas. Se le veía aburrida y su flequillo sobre la frente oscurecía su mirada.
-Roset- Me llama la voz autoritaria de Virginia.- Toma asiento junto a Lennox.
No lo pienso mucho, pero camino hacia ella la cual sonríe con diversión y entonces señala hacia otro puesto con pereza.
-Garrett Lennox- aclara la profesora desde mi espalda.
Sentado en la mesa de al lado se encontraba un chico aparentemente de la misma sección que nosotras, solo que se veía un poco mayor para estar en el mismo año y a pesar que sus ojos tenían el mismo tono que Natacha por lo demás no podría decir que eran hermanos… comenzando con su cabello de color chocolate… también su piel era mucho más blanca que la de Natacha y podría decir que ningún rasgo en él era similar a ella porque su mentón era simétrico y su nariz perfecta. Natacha tenía una nariz pequeña y ojos casi rasgados, sus labios eran carnosos y pequeños y los de Garrett finos y grandes.
No lo pensé mucho y corrí la silla evitando que sonara para luego sentarme. En mi interior me sentía aliviada de poder estar casi junta a Natacha a pesar de que estuviera sola en un puesto a mi lado y una simple silla nos separara era como si estuviéramos juntas de no ser por Garrett, quien aparentemente se quedó mirándome. Apresuradamente saco mi cuaderno y lápiz mientras que La profesora Virginia comenzaba a hablar sobre miles de cosas que no entendía pero aun así apunte todo lo que pude.
-Tu eres Gail ¿verdad?-pregunta una vocesilla.
Por instinto miro a Garrett que no dejaba de mirarme directamente, pero a pesar de que su mirada era aburrida y cansada miro hacia enfrente de nosotros señalando que la voz no era de él. Frente a nosotros se encontraba una chica de ojos extremadamente grandes y redondos y cabello rubio hasta sus hombros, me miraba de reojo con una sonrisa amigable y unas increíbles y largas pestañas postizas que le hacían destacar sus ojos como si fueran lo mejor del mundo.
-Soy Nicole Valentino- se presentó tímidamente entre susurros.- Me gusta tu cabello.- añade.
Instintivamente tome entre mis dedos un largo mechón de mi cabello mirando su extraño tono anaranjado y luego mire el de ella tan lindo y rubio brillante.
-Gracias.- dije un poco preocupada de lo que ella se refería a lindo.- A mí me gustan tus pestañas postizas.
Y allí esta, justo cuando pensé que había hecho una nueva amiga la insulto sin poder refrenarme y entonces Nicole cambia por completo su semblante a un odio infernal.
 Una risita me saca de mis pensamiento y entonces Garrett ya no me presta atención descarada simplemente se concentra en sus propios apuntes mientras se ríe con voz baja.
Me encogí de hombros y Nicole ya no me volvió a hablar.
La clase era inentendible y lo poco que comprendía se me iba de inmediato por lo que mejor me dispuse a dibujar en mi cuaderno, algo que me encantaba y daba por hecho que no lo dejaría de hacer mientras viva. Mis dibujos mayormente no eran muy felices y como un sueño brumoso siempre dibujaba cosas que solo pasaban en mis pesadillas.
Sangre… personas llorando…lugares oscuros que jamás en mi vida había visto. Y un campo de flores rojas que irradiaban su propia luz entre la oscuridad.
Comencé a dibujar esto cuando cumplí los seis años hacia delante. Mis padres se preocuparon mucho y me enviaron a ver un psicólogo quien me receto unos medicamentos que me dejaban un poco atontada. Como un secreto decidí esconderlo cuando obtuve mis ocho años, al ver a mis padres discutir por mis dibujos supe que jamás podría continuar dibujando, comencé a odiarlos y dejando de dibujar me sentí enferma por lo que más se preocuparon. Volví a dibujar al tiempo después en secreto guardando mis dibujos en el closet de modo que no pudieran lastimar a nadie y así he vivido toda mi vida ocultando mis sueños y visiones extrañas.
Termine dibujando una de las flores rojas con espinas en sus tallos, no me sorprendió para nada la forma retorcida de esta flor.
El timbre por fin sonó anunciando nuestra retirada,  me levante de mi puesto echando mis cosas dentro de la mochila sin mucho ánimo, pero justo cuando estaba por agarrar mi dibujo se cae de la mesa, suelto un suspiro y me dispongo a recogerlo pero unos largos dedos pálidos lo recogen por mí.
-Gracias- digo mientras me enderezo.
Garrett miro mi dibujo por un largo rato y conforme pasaba los segundos su ceño se frunció más y más.
-¿Has visto estas flores?- pregunta sin dejar de mirar el dibujo.
-No- admito.
-Entonces ¿Cómo puedes dibujarla?
¿Por qué tanta curiosidad?
-solo dibujo lo que veo en mis sueños.- confieso pero me arrepiento de inmediato.
Natacha bordeo nuestro puesto y camino con ligeros pasos hasta quedar al lado de Garrett para mirar el dibujo y a pesar de que ella siempre mantuvo un rostro relajado y sin emociones en cuanto vio la imagen se sorprendió.
-Redien- susurro.
-así parece- confirmo Garrett.
-¿Me pueden devolver el dibujo?-pregunto con mi mano hacia el dibujo.
-No- dijo Garrett luego de doblar el dibujo y meterlo en su bolsillo del pantalón.
-Bueno, no importa.- me encogí de hombros.- después de todo tengo muchas más.
Me doy la vuelta con mi mochila en mi hombro y salgo del salón de clases directamente hacia la cafetería, se me enojaba algo de capuchino con vainilla.
-¡Espera!-grito una voz a lo lejos.
Me di vuelta lentamente a pesar de reconocer aquella voz fingí sorpresa.
-¿Qué sucede?-pregunto con voz inocente.
-dices que tienes más de estos dibujos.- No fue una pregunta pero asentí de todos modos.- ¿Me los podrías mostrar?
-está en casa.- fue todo lo que dije antes de salir pintando de ese lugar.
La cafetería era un poco pequeña para mi gusto pero por lo menos casi nadie usaba las mesas porque se iban con sus cafés a otro lugar con sus compañeros. Como yo no tenía amigos me compre mi capuchino con vainilla y me senté en una solitaria mesa y saque de mi mochila un sándwich de jamón. Mi abuela no me había dado nada de dinero y por suerte yo había juntado lo suficiente antes de que todo pasara en mi vida. Pero cuando estaba a punto de morder mi sándwich dos personas se sientan en la misma mesa que yo y no estaba muy feliz de ser vista comiendo.
-¿No tienen hambre?-pregunto.
-Quiero ver esos dibujos- Ordena ignorando mi pregunta.
Puse los ojos en blanco y comencé a comer y beber de mi café como si ellos dos no estuvieran frente a mí con sus ojos pegados en mi rostro a la espera de algún movimiento.
Esto es incómodo.
-Dijiste que dibujas lo que sueñas- dice Natacha sacándome de mis pensamientos.- ¿Realmente sueñas con flores?-pregunta con mucho interés.
Termino de beberme mi capuchino de vainilla y mi sándwich, busco con la mirada alguna servilleta, pero Garrett se acerca con su cilla dando rechinidos y comienza a limpiarme los labios con mucho cuidado.
-¿Qué haces?-pregunto incomoda por su repentino acercamiento.
-limítate a responder.- murmura enfadado, pero aun así no quita sus ojos de mis labios.
Muy raro.
-No siempre- contesto mirando a natacha.
-¿Qué es lo que sueñas exactamente?-pregunta y sus brazos se entrelazan sobre la mesa.
No estaba muy segura de revelar lo que no alegraba a mis padres, pero ella se veía realmente interesada en mis locuras por lo que no me importo admitir nada.
-Hay lugares muy oscuros…-los dedos de Garrett, inesperadamente rosan mis labios lo que hace que me encuentre con su mirada.-pero la sangre es demasiado brillante para no notarla…-vuelvo a mirarla- así como los gritos y este campo de flores que brilla como si tuviera su propio brillo dentro de ellas.
Garrett me suelta y apoya su espalda contra el respaldo de la silla cruzando sus brazos sobre su pecho y luego cierra sus ojos.
-Bien, eso no nos dice mucho.- dice Natacha mirando a Garrett.- creo que los dibujos explicarían más.
¿Eso fue un insulto?
-Relájate Gail, no tenemos tiempo para explicarte.- dijo Natacha.- lo que mejor deberíamos hacer es ir a tu casa y ver los dibujos.
-Pero aún nos quedan como cinco horas de clase- reproche.
Garrett abre sus ojos y me mira por una larga eternidad como si esperara algo.
-¿No sientes nada?-pregunta curioso.
-¿Sentir que?
-Eres extraña- confiesa pero a pesar de haber sido un insulto me pareció que fue más un cumplido.
-Gracias.- sonrió.
Mi sonrisa y sinceridad logran que el Garrett malhumorado también sonriera a pesar de que solo fuera por unos segundos.
Me levante con ganas de ir al baño y ambos hicieron lo mismo siguiéndome los pasos detrás de mí hablando de aquella flor y lo importante que eran mis dibujo de alguna manera me sentía realmente importante por primera vez en mi vida mis dibujos no eran raros o algo de temer.
-Detente allí grandulón- digo al tiempo que coloco mi mano sobre su pecho que súbitamente subía y bajaba. Se encontraba agitado.- No entraras al baño de mujeres.- señalo el letrero sobre nuestras cabeza.
-Bien, cinco minutos.- me advierte.
-¿Qué?
-cuatro minutos y cincuenta segundos- dijo mientras miraba su reloj de mano.
Aquello era totalmente descabellado, pero como siempre no me regodee ni proteste simplemente hice lo que tenía que hacer y luego salí rogando mentalmente no haberme excedido los minutos.
-Cuatro minutos con treinta segundos.- dice mirando el reloj.- para la próxima espero menos que eso.
-¿Próxima?-pregunte sorprendida.-fue un milagro que no hubiese cola en el baño.- me queje cruzando mis brazos sobre mi pecho.
-No hay tiempo para eso.- dijo Natacha hablando de tiempo.- Tenemos que ir a tu casa.- señala con urgencia a pesar de que su rostro expresaba serenidad.
-¿Por qué?
-Porque si- respondió agriamente Garrett agarrando mí brazo para que caminara más deprisa, junto a ellos.
-¿Estás hablando enserio?- le pregunte mirándolo sobre mi hombro.- Mi abuela me matara si sabe que me escape de clases.
-nadie te matara mientras estés conmigo- me asegura dándome una mirada llena de gravedad.
-Oh, eso me consuela- dije sarcásticamente.
-El humor sarcástico no te viene Gail.
Cuando dijo mi nombre fue… no estaba muy segura lo que causo mi nombre en sus labios, pero sea lo que sea agradecí que aun mantuviera su mano firme contra mi brazo antes de que me cayera al suelo.
-De todos modos, no podemos.- proteste deteniéndome.
Natacha me dio una mirada molesta.
-De todos modos siempre las dibujo.- dije rápidamente intentando excusarme.- Ya saben, les dije que venían de mis retorcidos sueño.
-Ah, si tus sueños.- señalo Natacha mirando con una sonrisa a Garrett sobre mi cabeza.
Sentí el mentón de Garrett sobre mi cabello y supuse que me estaría usando de mesa y en cuanto me soltó del brazo en vez de dejarme a un lado coloco sus manos sobre mis hombros reteniéndome.
-Veo tu punto Natacha- murmuro pensativo.
No sabía de lo que hablaban hasta que Natacha sacudió su cabello negro dándole un color azulado contra las luces de las agrietadas nubes que comenzaban a dar la bienvenida al sol. Me tomo unos segundos darme cuenta que Natacha intentaba que yo la mirase a los ojos directamente, pero me encontraba absorta resistiendo las miles de sensaciones que penetraban mi cuerpo el simple contacto de las manos de Garrett sobre mis hombros, como si el calor en ellas pudiera traspasar la tela de mi chaqueta hasta llegar a mi piel.
Los ojos de Natacha eran hermosos y a pesar de haber juzgado estúpidamente sus ojos comparándola con el horrible cielo nublado estaba totalmente cegada al no ver aquellos destellos de luz como un calidoscopio alrededor de sus pupilas que lentamente comenzaban a girar y girar…
Un fuerte color rojo deslumbro mis ojos dejándome momentáneamente cegada sintiendo un familiar aroma fresco y dulce, la suavidad en el aire era palpable como la seda misma contra mi mejilla… la sensación de una polilla sobre mis muslos rosándolos a medida que daba un paso y luego silencio, mucho silencio. Mi cuerpo comenzó a temblar y no era por frio o miedo solo era reacción que no podía detener incluso cuando envolví mis brazos a mí alrededor y volví a contar lentamente, era la única forma de volver mis pies a la realidad o terminaría atrapada en mi propia locura.
Un gruñido gutural se escuchó por todo el lugar y aun no era capaz de abrir mis ojos y tal vez era más por el miedo mismo.
Veinte, veinte uno, veintidós, veinte y tres…
Unas pisadas retumbaron el suelo y cada una de ella se volvió más cercana.
Treinta y dos…

Abrí mis ojos lentamente encontrándome con el valle de flores rojas y la horrible oscuridad que ensombrecía tétricamente el lugar a pesar de su débil luz era capaz de divisar el enorme monstruo que también se había dado cuenta de mi presencia y una sonrisa de oreja a oreja me congelo, al mismo tiempo que di un grito roto.


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